viernes, 24 de enero de 2014

El humor como género literario


La risa, ese poderoso instrumento de felicidad, es también la mejor medicina y el complemento vital perfecto para que nuestro cuerpo funcione como un reloj. La risa mejora nuestro estado de ánimo, refuerza nuestro sistema inmunológico, estimula la liberación de endorfinas y regula el correcto funcionamiento de nuestro corazón. Reír forma parte de nuestro día a día y es innegable que es una necesidad física.


He escuchado muchas veces la expresión “me gustan los libros de llorar”. ¿En serio que a la gente le gusta angustiarse de tal modo? Llorar provoca jaquecas, escozor de ojos y garganta, nuestros ácidos estomacales se disparan y perdemos endorfinas. Entonces, ¿por qué a la gente le gusta leer libros de llorar y los prefiere a los libros de humor? Soy incapaz de encontrar una respuesta a esa pregunta, pero nadie me negará que es una realidad.

En la literatura, el humor está considerado como un género menor, de poco público y comercialmente ruinoso. Únicamente han tenido cierta relevancia los libros de humor escritos por celebridades. Es más, si todos hiciéramos una lista con los diez mejores libros de nuestra vida, estoy convencido que ninguno de ellos sería de esta temática.

La capacidad de transmitir y asimilar el humor está directamente relacionada con nuestro estado de ánimo y, en el caso de los lectores, la cuestión es la misma: una persona feliz, predispuesta a reír, carcajeará antes que alguien que lleve el día cruzado. Por ese motivo, lo que a alguien le hace mucha gracia, a otro le resultará indiferente o falto de ella. Platón era lo que llanamente llamamos un “malafollá”, un tipo sin sentido del humor, triste, solitario y deprimido. El pensador solía decir que “la risa es un reflejo de la maldad y el disparate, un artilugio para ignorantes”. Es una lástima que una persona que dedicaba su tiempo al pensamiento, llegase a tamaña conclusión, pero que le vamos a hacer…

El escritor no dispone de algunos de los elementos esenciales de la comunicación: La gesticulación, el tono de voz y la expresión corporal, tres elementos que los cómicos utilizan como grandes bazas. Los humoristas andaluces, con su manera de hablar, acostumbran a transmitir mucho mejor la gracia; y si recordamos al mítico Eugenio, su apariencia imperturbable, su temple, su cigarrillo, su cubata y sus pausas escénicas, adornaban a la perfección todos sus chistes, incluso los malos. E incluso el cómic, un género primo-hermano del humor, se sirve de las viñetas para transmitir la comicidad de una historia.

Así pues, la conclusión es que no es nada fácil hacer reír a todo el mundo. Para conseguirlo deberemos tener en cuenta una serie de especificaciones.

Cómo hacer reír

El uso del lenguaje:
Se pueden explicar una misma historia de maneras diferentes, de modo que hay que buscar la más idónea, incluyendo palabrería, dando vida y personalidad a elementos inanimados, como el tiempo o los objetos.
Puedo escribir:
a)     Al entrar a la desordenada habitación de su hijo, Hilario tropezó con el patinete y perdió el equilibrio. Cayó de lado, dándose una terrible costalada.
b)     Al entrar en la leonera de su hijo, Hilario encontró en su destino al maquiavélico patinete de su hijo. El artefacto era una trampa mortal para padres y el desdichado progenitor se convirtió en una víctima de él. Su cuerpo se retorció en el aire y cayó de costado, aplastando sus costillas contra el suelo.

El uso del taco:
Está permitido el uso del taco, sobre todo en los diálogos, como recurso de apoyo. La palabrota o el insulto nos puede dar ese plus que necesitamos, aunque no hay que ser soez ni abusivo.
Puedo escribir:
a)      - ¡Mario, me has pisado! La madre que...
b)      - ¡Joputa, me has pisado! Me cago en tus muelas...
Debemos hacer creíble el diálogo. Habitualmente, las personas hacemos uso de los tacos como apoyo a nuestro lenguaje habitual. ¿Por qué coartar a los personajes de esa espontaneidad?

El doble sentido y el juego semántico:
Suelen llamarle humor inteligente al uso del ingenio en la palabra para provocar la carcajada.
Veamos varios ejemplos:
El primero: El estado de indignación de Sor Teodora iba en aumento, la congregación había decidido designarla como responsable de la rifa de Navidad para donar los ingresos a cáritas. Lo que podría considerarse un honor, para ella era una burla de las otras monjas. Maldecía una y otra vez que la conociesen como “Sor Teo”.

Y el segundo: La elección de nuevos patrones para algunos oficios está levantando ampollas. Parece ser que hay un “graciosillo” suelto.
Los principales cambios han llegado al sector de la Sanidad. El patrón de los médicos será, a partir de hoy, San Ador. El de los enfermeros, San Itario y el de los psiquiatras, San Atorio.
En la hostelería, los camareros de la Costa estarán bajo la protección de San Gría, los guitarristas San Tana o los humoristas, que estrenan como patrón a San Deces.
Incluso a los asesinos en serie se les ha asignado un Santo que vele por sus actos y tendrán la protección de San Guinario.
Los cambios llegan, incluso, a Comunidades Autónomas, como el caso de Cantabria, donde La bien aparecida dejará de ser la patrona, honores que ocupará a partir de ahora San Tander.

La descripción de un personaje:
Ridiculiza su aspecto o hazlo de manera exagerada, usando símiles acertados.
Era un matrimonio singular, Helena tenía cara de pájaro y ese peinado encrespado le daba una apariencia de cacatúa. Él era peor, esos ojos, esa nariz aplastada, esa boca alargada... Sin duda su cara me recordaba a una lagartija. Por la cabeza se me pasó la idea de cortarle la cola para comprobar seguiría moviéndose tras ser amputada. La idea huyó de mi mente cuando apareció su hijo, el pobre muchacho era un híbrido de cacatúa y lagartija...

El uso de palabras inventadas:
Hay que ponerlas entre comillas, pero están bien aceptadas y ayudan a enfatizar el fin cómico.
Veamos un ejemplo:
El hijo de Juan era un “hormonoide” de catorce años.
Hormonoide es una palabra inventada pero es perfectamente comprensible en el contexto de la frase y su uso incorpora un elemento humorístico.

Hacer partícipe al lector:
Una buena manera de atrapar al lector es haciéndole protagonista indirecto de la historia, haciéndole cómplice de ella. Es un recurso muy utilizado en monólogos y se usa para recordar al espectador que todos hacemos cosas absurdas que pueden resultar graciosas a ojos de los demás.
Lo podemos ver en este ejemplo:
Quién no se ha encontrado alguna vez sentado en un servicio público, víctima de un apretón incontrolable y ha descubierto que no había papel. Miramos a ambos lados, buscando algún rollo, revisamos nuestros bolsillos por si algún recibo de la Visa pudiese sernos de utilidad. Descartada esa opción, asomamos la cabeza al retrete de al lado para ver si en ese hay papel. El hombre de al lado nos mira con mala cara y nos envía al mismo sitio donde estamos, ¡a la mierda!, a la gran mierda que no podemos limpiar.

Temas recurrentes:
El sexo, las relaciones de pareja y los religiosos, casi nunca fallan.

Técnicas de redacción:
La tensión cómica: Consiste en incorporar continuamente y durante toda la historia, elementos que hagan reír al lector, manteniéndolo atrapado.
La explosión final: Mantener una neutralidad humorística en el texto para rematar la historia con un final sorprendente y absurdo que provoque la carcajada.

Lo que no hay que hacer:
Nunca, nunca, nunca hagas burla de una catástrofe o de la muerte de nadie. Es de muy mal gusto y no hace gracia.


En conclusión, el autor de humor debe sorprender al lector, dejarle con el culo en remojo (ano nadado) con su ingenio, sin parecer soez, pero sin escatimar expresiones mundanas, aquellas que siempre nos hacen reír.

Es posible que hayas leído todo este texto sin ni siquiera sonreír, que hayas pensado que todo esto son sainetes sin gracia; es normal y no debes sentirte mal, aunque tu salud puede verse afectada. De hecho, un estudio de la empresa americana Kette Des. Co. Jones, afirma que nueve de cada diez internautas han reído alguna vez estando solos ante el ordenador. Si no quieres romper la estadística, lee de nuevo y atentamente el nombre de la empresa que hizo el estudio.

Mi libro de humor: REC-Relatos para ensanchar costillas


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